las primeras pandemias de la era cristiana

las primeras pandemias de la era cristiana

Las primeras pandemias de la era cristiana

las primeras pandemias de la era cristiana

La primera pandemia en la era cristiana fue la «Peste Antonina» de 165-180, probablemente una especie de viruela, que devastó el Imperio romano y causó más de cinco millones de muertes. Poco después, en 249, estalló la llamada «Peste de Cipriano», en medio de una época ya de por sí caótica en el Imperio, y duró hasta bien entrado el año 271. Pudo haberse tratado de viruela, o tal vez alguna enfermedad similar al Ébola, pero en su punto máximo, llegó a causar hasta 5000 muertes por día solo en Roma, y desencadenó la anarquía política del siglo III. Recordemos que para el año 200 en el mundo conocido había solo 290 millones de habitantes.

Pero las epidemias no solo fueron un problema de salud pública y de terror dentro del Imperio. También haría que los sistemas de valores del cristianismo y el paganismo se enfrentaran directamente. Las respuestas de los dos sistemas de creencias fueron diametralmente opuestas.

El ángel de la muerte golpeando una puerta durante la plaga de Roma. Grabado de Levasseur después de J. Delaunay. Imagen: Wellcome Images. Usado con permiso.

La profunda insensibilidad y egoísmo de los paganos fue su carta de presentación.

Hay un caso que resulta particularmente revelador. Galeno (130-210), que es hoy considerado como uno de los más completos investigadores médicos de la edad antigua, vivió la tragedia durante el reinado de Marco Aurelio. Lo lógico sería creer que, al tratarse de un médico consagrado, se quedaría a asistir a los enfermos de forma profesional. Sin embargo, lo que realmente sucedió fue que huyó de Roma lo más rápido que pudo a refugiarse en una propiedad que tenía en Asia Menor, buscando resguardar su vida.

Los seguidores del paganismo buscaron de cualquier forma poner a salvo sus vidas y abandonaron a aquellos que ya estaban sufriendo la enfermedad, sin importar si eran familiares o personas cercanas.

Pero la conducta de los cristianos fue completamente opuesta. La epidemia estaba causando estragos, pero los seguidores de Jesús no huyeron. De hecho, se quedaron a sufrir y a atender a los enfermos.

Dionisio de Alejandría fue testigo de la reacción de los paganos a la plaga: «Desde el mismo inicio de la enfermedad, echaron a los que sufrían de entre ellos y huyeron de sus seres más queridos, arrojándolos a los caminos antes de que fallecieran y trataron los cuerpos insepultos como basura, esperando así evitar la propagación y el contagio de la fatal enfermedad; pero aun haciendo lo que podían les era muy difícil escapar».

En su opinión, la plaga fue una enseñanza y una prueba providencial para los cristianos. Y su respuesta estuvo a la altura de la prueba:

«La mayoría de nuestros hermanos cristianos mostraron un amor y una lealtad sin límites, sin escatimar nada y pensando solo en los demás. Sin temer el peligro, se hicieron cargo de los enfermos, atendiendo a todas sus necesidades y sirviéndolos en Cristo; aunque estos después partían, lo hacían serenamente felices. Muchos de esos cristianos, mientras cuidaban y atendían a otros, transfirieron las muertes de otros hacia sí mismos y murieron en su lugar».

Uno de sus primeros biógrafos nos dice que Cipriano de Cartago alentaba a los fieles a cuidar de las necesidades de todos:

«No hay nada extraordinario en dar cariño solo a nuestra gente con las atenciones propias del amor, sino que el que tiende a la perfección debe hacer algo más que los paganos o los publicanos, a saber, vencer el mal con el bien y practicar un amor misericordioso como el de Dios, amando también a sus enemigos. Así, hará el bien a todos los hombres y no solo a los que profesan la fe».

Pero Cipriano también señala el efecto providencial de estas calamidades:

«Por los terrores de la mortalidad y de los tiempos, los hombres tibios se sienten alentados, los apáticos fortalecidos, los aletargados despiertos; los desertores se ven obligados a regresar; los paganos a creer; la congregación de creyentes es llamada a descansar; nuevos y numerosos paladines se agrupan para el conflicto en una fortaleza más vigorosa, y habiendo entrado en guerra en la temporada de la muerte, lucharán sin temor a la muerte, cuando llegue la batalla».

En el Imperio pagano, la actitud cristiana hacia los enfermos y los moribundos, tanto creyentes como no creyentes, desencadenó un crecimiento explosivo del cristianismo. Debido a su compasión durante la plaga, las obras de los cristianos estaban en boca de todos, con admiración y gratitud, y tales acciones llevaron a muchos a la fe.

Incluso el último emperador pagano, Juliano el Apóstata, reprendió a los sacerdotes paganos por no cumplir con el ejemplo dado por los cristianos durante otra gran plaga, en el año 362. Además, reconoció que la compasión cristiana y el servicio sacrificial era una de las causas del ascenso de la Iglesia.

ARTÍCULO TOMADO DE : VIVE LA BIBLIA