28 Jul EL ENCUENTRO DE DON JOSÉ DE SAN MARTÍN CON DIEGO THOMSON
Con motivo de nuestro Bicentenario Patrio, y en reconocimiento al educador inglés Diego Thomson (1788-1854) por su contribución a la educación y la difusión de la Biblia en el Perú, la Sociedad Bíblica Peruana, desea compartir este documento histórico: La carta escrita por Diego Thomson al Sr James A. Haldane (Pastor del Leith Walk Tabernacle, Edimburgo, Escocia) escrita el 11 de Julio de 1822.
En ésta carta, Thompson describe su viaje al Perú desde Valparaíso – Chile, sus primeras impresiones de su llegada al Callao y cómo encontró el Puerto y la ciudad de Lima (posterior a un gran terremoto), además con detalles muy puntuales describe su encuentro con el General San Martin (quién lo invitó a venir al Perú) y cuáles fueron las primeras decisiones que tomó el libertador para dar inicio a la educación pública en el Perú. Es destacable en esta carta las grandes expectativas y esperanzas que tenía Diego Thomson acerca del futuro de nuestro país, en cuanto a la difusión de los principios y valores cristianos en la educación.
Finalmente como una nota adicional, presentamos un extracto del informe XXI de la Sociedad de Escuelas Británicas y Extranjeras a la junta general celebrada en Londres el 15 de Mayo de 1826. En el cual se detalla como se usaba el Nuevo Testamento como el principal libro de la Escuela Normal.
Sr James Thomson al Sr James A. Haldane
Lima, 11 de julio de 1822
Gracias a la incesante bondad de Dios hacia mí, llegué con toda felicidad a esta ciudad. El 18 del mes pasado partí de Valparaíso y, después de un agradable viaje de 10 días anclamos en la Bahía del Callao. Callao es un excelente puerto, el mejor que yo haya visto hasta ahora. Podrán mantenerse a flote con toda seguridad, casi cualquier número de barcos. Es un lugar bien defendido del viento por todas partes por el norte, pero raramente sopla éste por ese lado.
A consecuencia de una orden del Gobernador de no dejar bajar a los pasajeros a tierra hasta recibir la orden de Lima, tuve que aplazar mi venida a esta ciudad hasta el día de nuestra llegada. Sin embargo conseguí permiso del capitán del puerto para bajar a tierra. Después de ver Callao, fui a dar un vistazo al lugar donde había estado la ciudad anteriormente, la que fue destruida por un terremoto y sobre la cual, naturalmente, ya Uds. habrán tenido noticias.
Está situada a casi media milla de distancia de su actual ubicación. Su destrucción parece haber sido completa; ninguna casa queda en pie, pero se pueden ver las espesas paredes de ellas esparcidas por todo el lugar y también otras, derribadas o medio derruidas. iQué débil es el hombre y toda su obra, cuando Dios levanta la mano para remecer la tierra!
El día que llegué a esta ciudad, visité a San Martín y le llevé las cartas de presentación que había traído de Chile. Abrió una de las cartas y viendo el tenor de ellas, dijo: “Señor Thomson, estoy muy contento de verlo”, y se levantó y me dio un cordial abrazo. Dijo que no sería pródigo en cumplidos, pero me aseguraba su gran satisfacción por mi llegada, y que nada sería más gustoso de su parte, que ayudarme en el objetivo que me había traído al Perú.
Al día siguiente , estando sentado en mi cuarto paró un carruaje a mi puerta, y mi criado vino corriendo y gritando: ¡San Martín! ¡San Martín! Pasado un momento, entró en el cuarto acompañado por uno de sus ministros. Yo lo hubiera hecho pasar a otra habitación de la casa que fuera que era más a propósito para recibirlo, pero él dijo que ésta estaba muy bien, y se sentó en la primera silla que encontró. Durante algún tiempo conversamos sobre nuestras escuelas y otras cosas similares; cuando ya iba a irse, pidió que lo visitará el próximo día, que quería presentarme al Marqués de Trujillo, que actualmente es lo que se llama el Regente o Delegado Supremo. De acuerdo a esto, fui a la mañana siguiente, y me llevó y me presentó al Marqués y a cada uno de los ministros.
Recibí gran estímulo y aliento de parte de todos los miembros del Gobierno. El 6 del corriente mes, se emitió un decreto referente a nuestras escuelas, que fue publicado en la Gaceta de Lima en la misma fecha. Le escribiré mañana al Sr. Miller y le enviaré una traducción, copia de la cual le mandaré, naturalmente a Ud. Según este decreto, uno de los conventos está destinado a las escuelas, y ya está a nuestra disposición. Creo que ahora disminuirán los conventos y se multiplicarán las escuelas. Es este lugar no hay equilibrio ni competencia de fuerza entre los poderes civiles y eclesiásticos. Los primeros tienen a los últimos en su poder. El caso que se refiere a este convento, es una prueba de lo que digo. La orden a los frailes para que se mudaran, fue dada el sábado; el lunes comenzaron a hacerlo, y el martes entregaron las llaves.
De todo lo que he visto durante el corto tiempo de mi estada acá, no puedo dudar los grandes beneficios que este país obtendrá del nuevo estado de cosas. San Martín y su primer ministro (y también los otros), parecen verdaderamente ansiosos de marcar esta época con mejoras, pero con sólidas mejoras. Ellos desean favorecer a los extranjeros y perfeccionar el estado del país desde todo punto de visto.
Ya les mencioné a ustedes el trabajo que presenté al gobierno de Chile poco antes de dejar ese país, referente al desarrollo y mejora del comercio y la agricultura. Mostré una copia de este trabajo a San Martín, quien lo leyó cuidadosamente concluyó diciendo: “¡Excelente!”. Luego me dio su opinión sobre el tema y propuso un plan para llevarlo a efecto, con más probabilidades de éxito que el que yo había expuesto. Voy a estructurar este plan para presentárselo y que pueda ser autorizado y puesto en ejecución.
En consecuencia, considero que este asunto, en lo que se refiere a Perú, ha tenido un buen comienzo. Los detalles del plan se los enviaré después. Mientras tanto, para que Ud. pueda ver que en esto no estoy olvidando mi primer objetivo, le menciono una frase de mi referido trabajo. Dice así: “Los hombres que serán de más utilidad para América del Sur, son los hombre verdaderamente religiosos y de recta moralidad”. El ministro de Chile, después de leer esta frase, dijo: “Este es verdad”; y San Martín se expresó de igual manera al decirle lo mismo.
¡Qué inmenso campo es América del Sur, y qué propicio para la cosecha!
Esto se lo he repetido muchas veces y tengo el placer de volvérselo a decir. Pienso que, desde el principio del mundo, no hubo, en alguna parte, lugar tan apropiado para el ejercicio de la benevolencia en todos sus aspectos. El hombre de ciencia, el moralista, el cristiano, todos tienen acá un campo propicio para ejercer sus facultades. Dios, quien ha abierto tales posibilidades, seguramente proveerá los trabajadores.
Mi actual intención es la de continuar aquí por seis meses, aproximadamente, y luego ir hacia el norte. Sin embargo, puedo quedarme más tiempo de lo planeado, aunque estoy ansiado de llegar a Inglaterra lo más pronto posible. MI estada acá dependerá mucho de las facilidades o dificultades de obtener buenos maestros para la escuela. Sé, por experiencia, que éste es un asunto de tanta importancia, que intento prestarle la mayor atención posible.
Tengo actualmente en mi poder todo lo necesario para lograrlo, después que manifesté al Gobierno la necesidad de estimularlo, ofreciendo empleo y un buen salario a todos los que estudian el sistema a fondo, y son capaces de ponerlo en práctica. El Gobierno me dio autorización para hacerlo.
(James Thomson. Letters on the Moral and Religious State of South America. (London: James Nisbet, 1827), pp.33-37; New Evangelical Magazine Vol IX 1823, pp.188-9.
Precursores Evangélicos, Lima: Ediciones Presencia, 1984. Pág. 17-20.)
Nota adicional. Extracto, del Informe XXI de la Sociedad de Escuelas Británicas y Extranjeras a la junta general celebrada en Londres el 15 de Mayo de 1826.
«La escuela central establecida en el convento de dominicanos de Lima contenía, a la entrada de las tropas españoles, 230 niños, y seguía bastante bien: otra escuela se abrió según el mismo plan, con 80 discípulos; y en ambas se usaba como principal libro de escuela el Nuevo Testamento impreso por la Sociedad Bíblica de Londres.
Este sagrado libro leían los niños de las clases superiores, y se les hacían preguntas sobre su contenido. Llevábanle también a casa, y allí aprendían algunos pasajes de memoria, los cuales se recitaban después en la escuela, confiriéndose premios a los que sobresalían en la exactitud e inteligencia de ellos.
Manejábanse asimismo libros impresos que contenían pasajes escogidos de las escrituras, y algunos padres mandaban a pedir ejemplares de ellos; extendiéndose de este modo el conocimiento de la palabra de Dios, y acaso también la veneración y obediencia a los divinos oráculos.