El contenido de la Biblia 7

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El contenido de la Biblia

La historia de la diáspora y el período intertestamentario.

Armando J. Levoratti.

Como ya lo hemos recordado, muchos deportados a Babilonia, siguiendo los consejos de Jeremías (29.4-7), se dedicaron al cultivo de la tierra y a otras actividades rentables, y así lograron constituir en el exilio colonias muy florecientes. Por eso, cuando Ciro autorizó el regreso, renunciaron a volver a Palestina.

Más tarde, a estas colonias judías en territorio extranjero, se fueron sumando muchas otras, formadas por las olas sucesivas de judíos que emigraban de Palestina para probar fortuna en el exterior. De este modo, en el siglo 1 a.C., muchos emigrados judíos o los descendientes de ellos estaban diseminados por todas las regiones del mar Mediterráneo. Al conjunto de estas comunidades judías se le suele dar el nombre de «diáspora», palabra de origen griego que significa «dispersión» (cf. Stg 1.1; 1 P 1.1).

Por la influencia de estas comunidades de la diáspora, numerosos paganos se convirtieron al monoteísmo judío. Algunos aceptaban solamente algunos preceptos, y estos convertidos se llamaban «temerosos de Dios». Otros, más fervorosos, se sometían enteramente a la Ley mosaica y franqueaban la última etapa, sometiéndose a la circuncisión. Estos formaban el grupo de los «prosélitos». Según los Hechos de los Apóstoles, los primeros misioneros cristianos encontraron por todas partes «prosélitos» y «temerosos de Dios» (cf. Hch 2.11; 10.2; 13.16, 43).

El período intertestamentario

Entre el último de los libros del Antiguo Testamento y los escritos más antiguos del Nuevo, transcurre un período llamado «intertestamentario».

Para comprender mejor esta etapa es necesario recordar que en ella Israel vivió más que nunca de una promesa. La promesa hecha a Abraham, renovada a Moisés bajo la forma de alianza, luego a David, y recordada constantemente por los profetas, era el aliciente que mantenía viva la esperanza del pueblo.

Esta esperanza persistió bajo distintas formas a través de las vicisitudes de su historia, renaciendo cada vez renovada y tendida siempre hacia el futuro. A partir de las pruebas del exilio y de la desaparición de la realeza, ella estuvo centrada, sobre todo, en la figura del Mesías, el nuevo David.

Los que esperaban al Mesías tendían a representar su reinado bajo aspectos puramente terrestres, como la conquista y la dominación de los pueblos paganos que tantas veces habían oprimido a Israel.

En este sentido se reinterpretaban los antiguos anuncios proféticos, como este de Amós:

        ‘El día viene en que levantaré la caída choza

de David.Taparé sus brechas, levantaré sus ruinas

y la reconstruiré tal como fue en los tiempos

pasados, para que lo que quede de Edom y de

toda nación que me ha pertenecido vuelva a ser

posesión de Israel’. El Señor ha dado su

palabra, y la cumplirá

(Am 9.11-12).

Esta perspectiva era la más corriente, aunque no exclusiva, en tiempos de Jesús.   

Al lado de ella encontramos la llamada «corriente apocalíptica». El adjetivo                                     

«apocalíptico» viene de apokálypsis, palabra griega que significa «revelación». Todo apocalipsis, en efecto, es una revelación sobre el sentido profundo de la historia humana, ya que en la historia se realiza un misterioso designio de Dios, que solo puede darlo a conocer la revelación divina. Según este plan, al fin de los tiempos Dios va a triunfar sobre el mal y a enjugar las lágrimas de sus fieles (cf. Ap 21.4). Pero mientras llega el fin, el mal despliega todo su poder y persigue al pueblo de Dios, hasta el punto de infligir una muerte violenta a muchos creyentes. En este contexto, el apocalipsis quiere dar una palabra de consuelo, de aliento y de esperanza al pueblo de Dios perseguido.

La lectura de estos escritos es apasionante pero difícil. En parte, por las constantes alusiones históricas que se encuentran en ellos, y que requieren un buen conocimiento de las circunstancias en que fueron redactados esos escritos. Y más todavía, por el empleo del «género apocalíptico», es decir, de una forma literaria que se caracteriza, sobre todo, por el constante recurso al lenguaje simbólico.

Texto extraído del libro “Descubre la Biblia” / Tomo 1 / Artículo: ¿Qué es la Biblia? / Por Armando J. Levoratti