El Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento Parte 5 / EL USO DEL AT POR LOS PERSONAJES Y AUTORES DEL NT

El Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento Parte 5 / EL USO DEL AT POR LOS PERSONAJES Y AUTORES DEL NT

El Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento Parte 5 / EL USO DEL AT POR LOS PERSONAJES Y AUTORES DEL NT


Por William Mitchell

El Antiguo Testamento y el Nuevo comparten en gran medida una misma herencia de culturas y contextos históricos. Por eso hay personajes (p. e. Abraham, Moisés, David), lugares (p. e. Ciudad de David/Jerusalén, Belén, el Templo), costumbres (p.e. circuncisión, sábado, diezmo) y temas (p.e. santidad, pacto, fidelidad) que aparecen en ambos testamentos. Una investigación que contraste su uso respectivo en distintos contextos aportaría mucho a nuestro tema, pero es materia de otro estudio.

Los evangelios y las cartas del NT constituyen una veta rica para determinar la relación entre ambos Testamentos. Los cuatro evangelistas tienen características propias. La Epístola a los Hebreos está repleta de citas, conceptos, símbolos y lenguaje del AT. En este estudio nos limitamos a enfocar solo dos personajes: Jesús y Pablo.

Jesús y el AT

El AT tenía un rol importante en la vida de Jesús. No sabemos a ciencia cierta si su madre le cantara al niño Jesús himnos de su pueblo, pero el himno de María (Lc. 1.46-55) tiene la forma de un salmo hebreo y emplea muchas expresiones del AT. En la tentación, Jesús usó pasajes de su Biblia, El AT (Mt 4.1-11; Lc. 4.1-13). En la crucifixión, el grito de desesperación vino de los Salmos: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (22.1, TLA). Hay otros versículos de ese salmo que bien pueden describir esa experiencia: me han desgarrado las manos y los pies (22.16). El giro repentino de ese salmo hacia la confianza en el poder liberador de Dios (22.22-24) podría haberle servido como fuente de fuerza y aliento. Desde luego su grito al momento de su muerte (Lc. 23.46)—una expresión de confianza en Dios—lo encontramos en Salmo 31.5.

En su enseñanza, Jesús se esforzaba por ayudar a sus oyentes a entender y beneficiarse de la revelación de Dios a Israel. A simple vista es posible encontrar cierta contradicción entre lo que enseñaba Jesús de la relación entre el AT y su ministerio. Por un lado dijo: No crean ustedes que yo he venido a suprimir la ley o los profetas; no he venido a ponerles fin, sino a darles su pleno valor (Mt 5.17). Por otro lado, al aclarar por qué sus seguidores no ayunaban como los fariseos y los seguidores de Juan el Bautista, dijo: Si un vestido viejo se rompe, no se le pone un parche de tela nueva. Porque al lavarse el vestido viejo, la tela nueva se encoge y rompe todo el vestido… Tampoco se echa vino nuevo en recipientes viejos, porque cuando el vino nuevo fermenta, hace que se reviente el cuero viejo… hay que echar vino nuevo en recipientes de cuero nuevo (Mt 9.16, 17, TLA). En Jesús hubo algo radicalmente nuevo que revolucionó las formas de religiosidad en vigencia hasta ese momento.

En realidad, no hay una contradicción entre ambos Testamentos, sino una tensión inherente. Esa tensión se nota con más claridad al entender la palabra «testamento» como «pacto» o «alianza». Jesús es el mediador y garante del «nuevo pacto», y el «antiguo» encuentra su cumplimiento y plenitud en él. De por sí el AT es incompleto y proporciona un entendimiento parcial de la revelación divina. A la vez, sin el AT nuestro entendimiento del NT queda trunco.

Los judíos dividen la Biblia hebrea en tres secciones: «la ley, los profetas y los escritos» (véase el «Prólogo a Eclesiástico»). Jesús no se limitó a una sola sección, usó las tres secciones en su vida y ministerio:

La Ley
• Resumió la ley en dos principios fundamentales (Dt. 6.4-5/Mc. 12.29-31).
• Aprobó los Diez Mandamientos (Ex. 20.1-17/Mc. 10.19-21).
• Enseñó el verdadero propósito de la ley; fue más allá de la letra a su significado real (Mt. 5.21-30, 33-37).


Los Profetas
• Para Jesús los profetas explicaban el propósito y significado de su ministerio (Lc. 4.18-19/Is. 61.1-2).


Los Escritos
• Los Salmos forman parte de «los Escritos» de la Biblia hebrea. Jesús los usó para explicar el significado de su sufrimiento y muerte, p.ej.
«El que come conmigo, se ha vuelto contra mí» (Jn. 13.18/Sal 41.9), «Me odiaron sin motivo» (Jn. 15.25/Sal 35.19). «La piedra que los constructores despreciaron se ha convertido en la piedra principal» (Lc. 20.17 /Sal118.22-23).

Su uso constante del AT preparó a sus discípulos para su muerte y para un futuro diferente. Pero antes de la resurrección de Jesús, a los discípulos les fue difícil captarlo. Esto lo vemos en el camino a Emaús: ¡Qué faltos de comprensión son ustedes y qué lentos para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Mesías estas cosas antes de ser glorificado? (Lc. 24.25, 26).


La vocación mesiánica de Jesús se ve claramente en su uso del AT, y permite ver el conocimiento de sí mismo, su conciencia e identidad:


• Jesús es el SEÑOR
A un Moisés titubeante y vacilante Dios reveló su nombre: “YO SOY EL QUE SOY… dirás a los israelitas: ‘YO SOY’ me ha enviado a ustedes” (Ex 3.14). En el lenguaje bíblico, el nombre es mucho más que el vocablo que se emplea para llamar o designar a una persona; es más bien la persona misma, que se hace presente y se revela dando a conocer su nombre. Es conocer su naturaleza e identidad.
En el Evangelio de Juan las palabras «yo soy» comienzan una serie de afirmaciones de Jesús acerca de sí mismo, que en más de una ocasión escandalizaron a sus oyentes, pues recordaban las palabras con las que Dios se reveló a Moisés y se dieron cuenta de la alusión clara a esa fórmula divina de identificación (Jn. 4.25,26; 6.20; 6.35,41,48,51; 8.12,24,28; 9.5; 10.7,9,11,14,15; 11.25; 13.19; 14.6; 18.5,6,8).


• Jesús es el Hijo del hombre
El modismo hebreo «hijo del hombre» aparece muchas veces en el AT con el sentido general de «ser humano» (Sal 8.4). En el libro de Ezequiel aparece 87 veces, y allí pone en relieve la pequeñez del ser humano frente a la majestad de Dios. En el libro de Daniel y los evangelios las expresiones «hijo de hombre» e «hijo del hombre» reciben una nueva significación. En Daniel 7.13, 14, 27 aparece alguien llamado «hijo de hombre» que viene entre las nubes y a quien le fue dado el poder, la gloria y el reino. Este personaje fue pronto identificado con el Mesías. Así sucede en los evangelios: Jesús usa la expresión en tercera persona, pero se la aplica a sí mismo (Mt 16.13-16). La une con el concepto del siervo de Dios que sufre (Is. 53, Mc 8.31; 9.31; Jn. 3.14-15). La expresión «Hijo del hombre», indudablemente un título mesiánico, afirma la naturaleza humana de Jesús y la forma como este revela su misión divina.


Esta conciencia e identidad se ven en Juan 13 en la acción de un Jesús que sabía que había venido de Dios, que iba a volver a Dios y que el Padre le había dado toda autoridad (13.4) y que, sin embargo, se quitó la capa y se ató una toalla a la cintura, luego echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura (13.4,5). Lo hizo a la sombra de la cruz, consciente de lo que iba a pasar: Cuando ustedes levanten en alto al Hijo del hombre, reconocerán que Yo Soy (Jn. 8.28).
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Este articulo ha sido tomado del libro “Descubre la Biblia”, Tomo II, de las Sociedades Bíblicas Unidas.

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