
12 Jul El Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento Parte 6 / PABLO Y EL AT
Por William Mitchell
Aunque los evangelios son los primeros libros del NT, este no refleja el orden cronológico en que fueron escritos. Las cartas de Pablo se escribieron antes que los evangelios. Son comunicaciones pastorales enviadas a determinadas iglesias aun antes que aparecieran los evangelios. Por consiguiente, cuando Pablo usa la palabra evangelio se refiere al mensaje predicado por los primeros cristianos y no a un escrito (p. ej., el Evangelio de Lucas). En el mundo romano se usaba la palabra evangelio («buena nueva») en relación a la pax romana, los triunfos de Roma, los logros del emperador César, su cumpleaños, el nacimiento de su hijo, etc.—todo fue «buena nueva» celebrando los éxitos de Roma. En ese contexto el evangelio predicado por Pablo, la buena nueva de Jesucristo de un reino de justicia, paz y alegría (Ro 14.16), fue un mensaje subversivo.
Ya que Pablo escribió antes que existiera el NT, las «Sagradas Escrituras» para él eran las que había estudiado y aprendido a los pies de Gamaliel: Yo de cierto soy judío,… instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la Ley de nuestros padres (Hch. 22.3, RVR). El vocabulario y cadencias de esas Escrituras—sobre todo la versión griega, la Septuaginta—estaban grabados en la mente de Pablo. Su cosmovisión estaba condicionada por las narrativas del pueblo de Israel. De allí salen las metáforas y símbolos que formaban su percepción del mundo, su entendimiento de la promesa de liberación divina, e incluso de la identidad propia y el llamado por Dios.
Para Pablo las Escrituras de Israel se habían cumplido en Jesús el Mesías. Él predicó esta «buena nueva», pero paradójicamente la gran mayoría de sus congéneres no la aceptaron. Este le pesó: tengo una gran tristeza y en mi corazón hay un dolor continuo (Ro 9.2). Confesó: El deseo de mi corazón y mi oración a Dios por los israelitas es que alcancen la salvación. En su favor puedo decir que tienen un gran deseo de servir a Dios; solo que ese deseo no está basado en el verdadero conocimiento (Ro 10.1, 2). Este lo empujó a estudiar las Escrituras nuevamente para poder responder a dos asuntos: la relación entre el evangelio y el pacto de Dios con Israel, y la manera por la cual el evangelio se basaba en el AT.
Dondequiera que viajaba, Pablo se dirigía primero a los judíos y a los prosélitos, y después a los no-judíos. La carta de Pablo a los Romanos es un ejemplo excelente de su uso del AT para apoyar lo que argumentaba. En sus cartas, Pablo citó textos del AT unas cien veces, y se refirió a él con gran frecuencia. En Romanos hay 67 citas directas del AT:
La Ley: 20 citas (8 de Deuteronomio)
Los Profetas: 26 citas (18 de Isaías)
Los Escritos: 21 citas (16 de Salmos)
Es notable que los libros que más citó Jesús son los mismos (de igual modo sucede con los documentos del Qumrán): Deuteronomio, Salmos e Isaías.
Normalmente las citas son de la Septuaginta y no de la Biblia hebrea. A veces refleja el texto de la Septuaginta pero no de la otra. Algunas veces parece ser una revisión «hebraizada» de la Septuaginta. Otras veces no corresponde ni al griego ni al hebreo; quizás sean paráfrasis de Pablo. En muchos casos es poca la diferencia—p. ej. «Dios» en vez de «Señor». En otros casos la diferencia sí es significante, y normalmente se debe a la interpretación paulina del pasaje del AT.
El conocimiento profundo que tuvo Pablo de la Biblia hebrea contribuyó a la intertexualidad que caracteriza la literatura paulina—el uso multiforme de elementos o fragmentos de textos del AT en sus escritos—todo parte de una convicción plena que lo que Dios hizo en Jesucristo sucedió «según las Escrituras» (1 Co 15.4. Por lo cual ideas y conceptos del AT fueron reapropiados por Pablo en un proceso de reactualización, reformulación y relanzamiento a la luz de la revelación de Dios en Jesucristo. Bajo la guía del Espíritu Santo, Pablo creó nuevos significados que generaban correspondencias inesperadas e invitaban a la reflexión y a la decisión.
A veces el texto fue incorporado literalmente a una carta (p. e. Ro 8.36, 10,15, 1 Co 1.31, 2 Co 8.15). A veces Pablo alude a un texto sin citarlo (p. e.1 Co 5.7):
Así que echen fuera esa vieja levadura que los corrompe, para que sean como el pan hecho de masa nueva. Ustedes son, en realidad, como el pan sin levadura que se come en los días de la Pascua. Porque Cristo, que es el Cordero de nuestra Pascua, fue muerto en sacrificio por nosotros.
La alusión recuerda la prohibición de usar levadura en la fiesta de la Pascua (Ex 12.15; 13.7). En preparación para la Pascua, los judíos limpiaban ceremonialmente sus casas quitando todo resto de levadura, e incluso la más pequeña migaja de pan hecho con levadura. Pablo lo relaciona a una situación escandalosa en esa iglesia—se ha sabido que hay entre vosotros fornicación, y fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; a tal extremo que alguno tiene a la mujer de su padre (1 Co 5.1, RVR-95).
Otras veces se escucha el eco de un texto (p. ej. Flp. 1.19, NVI):
Porque sé que, gracias a las oraciones de ustedes y a la ayuda que me da el Espíritu de Jesucristo, todo esto resultará en mi liberación.
La frase «esto será para mi salvación» es del texto griego de Job 13.16. En su contexto Job afirma su inocencia e integridad y expresa la convicción que Dios le vindicará (13.17, 18). Al usar la frase en su apología por su encarcelamiento (Flp……………………………………………………. 1.7, 12-14), Pablo parece presentarse como el que sufre injustamente, según el modelo de Job. La frase «porque sé que…» (Flp……………………………………………………. 1.19) ocurre tres veces en los labios de Job (9.28; 19.25; 30.23) en la Septuaginta, de manera que hay correspondencias verbales en Filipenses. Por otro lado hay paralelos temáticos, o ecos entre los dos libros, por ejemplo, los que «predican a Cristo por envidia y rivalidad» son como los «consoladores» que acusaban falsamente a Job.
Pablo tenía una misión profética y se ubicó en la tradición de los profetas de Israel que tomaban temas y textos de épocas anteriores (p. e. de la ley) y los interpretaban y aplicaban a la realidad contemporánea. En su prédica y enseñanza él manifiesta continuidad y cambio (Hays 1989:14). En este sentido la hermenéutica paulina es una hermenéutica bíblica.
Conclusión
Una interpretación fidedigna de las Escrituras exige una apropiación de toda la narrativa bíblica. No se puede entender el Nuevo Testamento a cabalidad sin el Antiguo Testamento, tampoco el Antiguo sin el Nuevo.
Por un lado, hay que leer la Biblia «al revés», del NT al AT—entendiendo la trama del drama bíblico a la luz de su punto culminante, la muerte y resurrección de Jesucristo. Este no es igual a contentarse con ciertos «textos mesiánicos» utilizados para comprobar la «veracidad» del NT.
Al mismo tiempo, es imprescindible leer la Biblia con el AT como punto de partida—entendiendo el desenlace final del drama, la revelación de Dios en Jesucristo, a la luz de la larga historia de la revelación de Dios a Israel.
Respetamos a los que argumentan que los cristianos hoy solo deben de entender la Biblia hebrea de acuerdo con los moldes de pensamiento vigentes cuando se formaron esas Escrituras. Pero afirmamos que una lectura del AT que respeta las categorías y características de la composición histórica y, que a la vez, toma en cuenta el NT, revela aspectos de la verdad del Dios único que actúa y habla en los dos. Son dimensiones que se captan en su plenitud solo a la luz de la cruz y la resurrección.
Asimismo reconocemos una tendencia que busca entender a Jesús exclusivamente en términos de los credos y confesiones de la teología cristiana, formulados siglos después de la ascensión. Sin embargo afirmamos que nunca entenderemos a Jesús sin volver una y otra vez al AT para ubicarlo en continuidad directa con la esperanza de Israel y su entendimiento de Dios (Davis: 2). Recordemos que «cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo» (Gl. 4.4).
Bibliografía
Davis, Ellen F. and Richard B. Hays (eds.)
2003. The Art of Reading Scripture. Grand Rapids: Eerdmans.
Evans, Craig A and James A. Sanders, eds.
1993. Paul and the Scriptures of Israel. Sheffield: Sheffield Academic Press.
Hays, Richard B.
1989. Echoes of Scripture in the Letters of Paul. New Haven: Yale University Press. 2004. ‘Is Paul’s Gospel Narratable?’, Journal of the Study of the New Testament 27.2: 217-239.
Hinson, David F.
2001. The Theology of the Old Testament. London: SPCK.
Johnston, Luke Timothy.
2004. ‘Making Connections’. Interpretation 58.2:158-177.
Thiselton, Anthony C.
2000. The First Epistle to the Corinthians. Carlisle: Paternoster Press.
Este articulo ha sido tomado del libro “Descubre la Biblia”, Tomo II, de las Sociedades Bíblicas Unidas.